Entrar en el viejo búnker nuclear en Estocolmo donde están guardados los secretos de WikiLeaks es como pasar a otro mundo surrealista, a medio camino entre el planeta Tierra y el ciberespacio. El periodista Stephen Evans de BBC Mundo describe que la entrada desde la calle casi no se ve. Es sólo una puerta en un muro de roca.
Si se pulsa el timbre y se te invita a pasar, las puertas de cristal se abren y puedes entrar en un mundo de iluminación suave, a lo James Bond. Hay puertas de alta seguridad que sólo se abren cuando la puerta detrás de ti se ha cerrado y se necesitan pases especiales para atravesar cada pequeño tramo dentro de la caverna.
También hay fuentes con cascadas y plantas en macetas porque aquí trabajan personas, observando los monitores de la sala de control. Una de las alfombras tiene dibujada la superficie de la Luna, para aumentar el efecto surrealista.
Y luego están los servidores, en una cueva subterránea, con paredes de roca desnuda, por debajo de casas de madera. En la caverna interior hay filas y filas de cajas de computadoras.
En una de ellas están los archivos de WikiLeaks, los documentos que han avergonzado a aquellos políticos que alguna vez le dijeron algo indiscreto a un diplomático de EEUU.
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