En su encuentro con SEMANA, en la enorme casa que le sirve de sitio de detención cerca de Londres, habló sobre lo que ha sido la más grande filtración de la historia: los secretos contenidos en más de 250.000 cables del Departamento de Estado de Washington. WikiLeaks decidió abrir lo que ellos llaman una segunda etapa del ‘Cablegate’, y para ello contactó, a principios de este año, a periodistas de los países protagonistas de los cables, entre ellos a esta revista, y a cada uno de esos medios le dio un paquete exclusivo de cables.
SEMANA recibió un paquete de cables en exclusiva, con más de 9.000 mensajes secretos de las embajadas de Estados Unidos en Colombia y Venezuela, que van de 1985 a 2010.
Revista SEMANA, luego de leer en detalle miles de cables cedidos por WikiLeaks, comienza a publicarlos a partir de esta edición. Y en esta entrevista con Assange, la primera que concede a un medio de comunicación de habla hispana en América, da cuenta de por qué Colombia es importante para su organización.
SEMANA: En los miles de documentos que ha revelado WikiLeaks, ¿qué les ha llamado la atención sobre Colombia?
Julian Assange: Colombia es un país muy interesante para nosotros. Hemos tenido una larga historia de publicar información sobre las Farc, las AUC, y su relación con el gobierno colombiano. Pero lo de Colombia va más allá de sus propios asuntos y tiene que ver con la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica.
SEMANA: ¿A qué se refiere?
J.A.: Estados Unidos está invirtiendo más dinero en Colombia que en ningún otro país de América Latina. Y a la vez, hay varias compañías poderosas –como Lockheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman, contratistas militares y de inteligencia– que hacen lobby en el Congreso, en Washington, y mueven sus contactos en el Pentágono y la CIA, para involucrarse en programas especiales en Colombia y así proveer servicios y asegurarse de que la plata de los Estados Unidos se la devuelvan a ellos. Se trata de transferir el dinero de los impuestos, que paga la gente de clase media de los Estados Unidos, a los presidentes de compañías y ejecutivos senior, es decir, gente que ya es rica. Por ejemplo, aparentan darle al gobierno colombiano ayuda para comprar helicópteros, pero luego ponen la condición de que deben ser de cierto modelo, para que solo los fabricantes de armas estadounidenses puedan ser sus proveedores. Eso es realmente lo que está pasando en Colombia en cuanto a la ayuda militar de Estados Unidos en su lucha contra las drogas.
SEMANA: ¿Pero acaso esa ayuda no es necesaria?
J.A.: Por supuesto, hay hechos difíciles en Colombia que legitiman esas ayudas, como los problemas con las Farc, las dificultades en la lucha contra las drogas o sus relaciones con Venezuela. Pero hay que tener en cuenta que las firmas de contratistas se aprovechan de la situación y la inflan por otros intereses, lo que desestabiliza la democracia colombiana. Eso es un problema que se ve en estos cables, así como el impacto que esto tiene en la región, sobre todo entre Colombia y Venezuela con la influencia de Cuba.
SEMANA: ¿WikiLeaks es una organización anti-Estados Unidos?
J.A.: WikiLeaks es una organización contra el abuso del secretismo de los gobiernos. La filosofía que he tratado de promover es que cierto tipo de información solo puede ver la luz si es revelada por nosotros. Estas no son cosas que se encuentran en Internet o en enciclopedias. Algunas organizaciones gastan mucho dinero y trabajan muy duro para mantener información en secreto. ¿Por qué lo hacen? Generalmente es porque saben la importancia y el valor de la información y por esa razón mantienen oculta la que recolectan, porque si la gente llega a descubrirla, creará una fuerza que obligaría a reformar lo establecido. Y no es que yo sea un reformador. Lo que pasa es que a lo largo del tiempo el gobierno estadounidense ha venido creando más secretos que cualquier otro gobierno en el mundo. Y eso ocurre por dos razones: primero, porque Estados Unidos es un país grande, rico y altamente desarrollado, de modo que puede crear información, mucha información, de forma muy rápida, y además tiene un aparato de espionaje enorme. La otra razón es por el tamaño del sector militar y de inteligencia que, dependiendo de cómo se mida, es aproximadamente el 40 o 50 por ciento de su Producto Interno Bruto. Es decir, el grueso de su prosperidad económica está ligado a su secretismo. La moneda estadounidense corresponde a una quinta parte de la actividad económica en el mundo y cerca de la mitad de su actividad económica de cierta manera tiene relación con actividades secretas.
SEMANA: Antes del ‘Cablegate’, WikiLeaks sacó a la luz muchos documentos clasificados de gobiernos de África, Asia central, Oriente Medio, China, Rusia y de países nórdicos, pero cuando se mete con la guerra de Bagdad deja de ser considerado un adalid de la libertad en la era digital para convertirse en un delincuente. ¿Es esto así?
J.A.: Sí, es muy interesante ver esta transición. Hemos estado publicando desde 2007 y en Estados Unidos éramos considerados unos héroes hasta abril de 2010, cuando publicamos el material que muestra el asesinato de dos periodistas y varias personas en Bagdad por un helicóptero Apache de las fuerzas militares estadounidenses. Para ese momento, el andamiaje de la industria militar de Estados Unidos y sus colaboradores, no solo en Washington, sino en el resto de Occidente, empezaron a volverse en contra nuestra.
SEMANA: ¿Es usted una amenaza transnacional?
J.A.: Peter T. King, representante del Congreso de los Estados Unidos, ha intentado proponer una legislación para que se catalogue a WikiLeaks como una amenaza transnacional. Él es el presidente del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara. Semejante declaración significaría que nuestro staff y nuestros colaboradores sean etiquetados como enemigos y serían tratados igual que Al Qaeda y los talibanes.
SEMANA: ¿Entonces cómo cree que los organismos de inteligencia de Estados Unidos lo tienen catalogado?
J.A.: El vicepresidente Joseph Biden dijo en enero de este año que yo era un terrorista tecnológico. Cuando le preguntaron si yo era como Daniel Ellsberg, que reveló los papeles del Pentágono, o era un terrorista, él dijo que era más que un terrorista. Cuando el presidente Mubarak, un dictador que gobernó Egipto por treinta años, fue presionado por su pueblo para renunciar, Biden dijo que él no era un dictador y que no debía retirarse. Entonces, por un lado uno ve que el señor Biden llama demócrata a un dictador en desgracia y por el otro me llama a mí terrorista tecnológico.
SEMANA: Usted ha enfrentado amenazas de grupos extremistas, de radicales islámicos, hasta de gobiernos africanos, pero ha dicho que su temor real surge cuando se exacerban los ánimos del sector radical de derecha estadounidense. ¿A qué se refiere?, ¿quiénes son?
J.A.: Una combinación de personas muy interesante. Yo soy de los que piensan que hay personas buenas en ambos lados de la política, ya sea derecha o izquierda, dependiendo de cómo se llame en cada país. Y definitivamente hay gente mala en ambos lados. Las amenazas de muerte en contra de la organización han venido de políticos del ala derecha y de gente que ha sido asociada con los neoconservadores. Son un problema, y un problema que viene en ascenso. Porque uno los ve llegando a la Casa Blanca en las próximas elecciones.
SEMANA: ¿Quién es WikiLeaks más allá de Assange?
J.A.: Tenemos 800 voluntarios y una extraordinaria red de millones de personas que nos apoyan de una u otra forma. Nos apoyan sin engaños, mediante donaciones. Esas personas no reciben una carta de agradecimiento ni un premio. No sale su nombre en una lista. Nos donan por una sola razón: quieren que sobrevivamos y sigamos publicando. Entonces eso muestra la fuerza del compromiso que tienen con nosotros. No lo hacen para impresionar a sus amigos. Es porque hay mucha gente que hoy necesita y quiere viva la organización. Hay mucha gente que nos defiende de los ataques.
SEMANA: ¿Es decir que si por alguna razón usted falta, la organización se mantiene?
J.A.: La última vez que estuve en prisión seguimos publicando todos los días. Somos difíciles de decapitar. Algunos medios han creado el mito de que soy un superhombre y que hago todo el trabajo; en los orígenes de la organización, eso era verdad, pero hemos crecido durante los últimos años.
SEMANA: ¿Clasificaría a WikiLeaks como un alborotador del establecimiento, como un activista del derecho a estar informado, como una superfuente de información en la nueva era digital o como una forma de hacer periodismo?
J.A.: Es todo eso. Estamos planteando nuevos estándares. ¿Para qué es el periodismo? No es solo para que los dueños de los medios tengan ganancias, debe buscar un servicio público. No es solo para producir ganancias. No puedes decir que haces periodismo por razones morales y luego trabajar en función del dinero. WikiLeaks no es una organización convencional. Trabajamos por el derecho que tiene la gente a saber y a publicar.
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