miércoles, 27 de abril de 2011

WikiLeaks: EEUU encarceló a varios enfermos mentales en Guantánamo

Nuevas filtraciones de WikiLeaks y publicadas por el diario español El País indican que los documentos secretos de la base estadounidense de Guantánamo detallan la gravedad de los trastornos mentales que sufren algunos de los detenidos en el penal.

Unos padecen esquizofrenia. Otros, depresión crónica. Hay también quienes intentaron suicidar en reiteradas ocasiones.

Las fichas secretas también dejan claro que los problemas mentales de estos reos invalidan cualquier tipo de información que pudieran proporcionar.

Estos son algunos de los diagnósticos que ofrecen los militares estadounidenses tras entrevistar a los detenidos en Guantánamo.

Según las publicaciones de El País, Modulá Abdul Raziq, de 40 años, consumía sus propias heces, bebía champú y embadurnaba con excrementos su cuerpo desnudo en una celda de Guantánamo. Es uno de los presos que menos tiempo ha permanecido en el penal, ocho meses, y fue transferido a Afganistán en septiembre de 2002, antes de que comenzaran los juicios que revisan el estatuto de combatiente enemigo.

El afgano logró la libertad no porque los norteamericanos reconocieran su equivocación, sino porque su lamentable estado psiquiátrico "dificulta o imposibilita obtener información durante los interrogatorios", según señala un informe secreto en el que el general de brigada Michael R. Lehnert, del cuerpo de Marines de Estados Unidos, pide su repatriación a Afganistán.

Treinta presos en Guantánamo padecían enfermedades psiquiátricas, depresiones profundas, graves trastornos de personalidad y varios protagonizaron reiterados intentos de suicidio que en algunos casos se consumaron, según las evaluaciones médicas a las que se les sometía en el campo Rayos X al ingresar en el centro carcelario.

Intentos de suicidios
En Guantánamo se han producido docenas de intentos de suicidio entre la población reclusa, según revelan los informes de evaluación del Departamento de Defensa de EEUU.

Juma Muhamed Abd al Latif al Dosari, de 38 años, natural de Bahréin, ostenta el récord del campo. Su informe le atribuye hasta una docena de "serios" intentos de suicidio. "El más reciente fue en diciembre de 2005, cuando se cortó el cuello", recoge su ficha fechada en julio de 2006 y firmada por el contraalmirante Harry B. Harris. "Tiene un importante desorden depresivo, personalidad limitada con trato pasivo y agresivo...", continúa el párrafo que arranca con la siguiente frase: "El detenido goza de buena salud".

Ha pasado cinco años en Guantánamo, donde se le consideraba como un preso de alto riesgo y alto valor de inteligencia por haber reclutado supuestamente a una célula de yihadistas en Búfalo (EEUU). Un recluso le identificó como cocinero de Al Qaeda.

Fue transferido a Arabia Saudí.
El saudí Mishal Awad Sayaf Alhabiri, de 31 años, intentó suicidarse colgándose en su celda y sufrió "significantes daños cerebrales por la pérdida de oxígeno" hasta terminar en una silla de ruedas. Pese a que su evaluación aseguraba que el valor de inteligencia de este preso era bajo, permaneció en Guantánamo durante tres años hasta ser entregado a Arabia Saudí por recomendación del general de brigada Jay W. Hood.

No soportó y se ahorcó en su celda

Yasser al Zahrani, de 21 años de edad, murió en su celda de Guantánamo. Según el Ejército norteamericano, se suicidó con su sábana el 10 de junio de 2006, el mismo día que otros dos presos realizaban una acción coordinada de protesta.


Había entrado al campo con 17 años y en su ficha se aseguraba que su nivel de riesgo era medio y el de inteligencia bajo. Murió tres meses después de que se redactara su evaluación, en la que no se cita ningún riesgo de suicidio.


A ojos de los psiquiatras militares, la enfermedad de algunos presos se transforma en peligro de militancia en los grupos yihadistas.


En esa misma lista de enfermos figuró durante años Ayman Said Abdulá Batarfi, de 41 años, médico yemení de Osama Bin Laden.



DE GUANTÁNAMO A LAS FILAS ANTIGADAFISTAS

El libio Abu Sufian bin Qumu fue arrestado a finales de 2001, tres meses después del 11 de Septiembre, por la policía paquistaní en un hotel de Peshawar y entregado de inmediato a los militares estadounidenses por si les interesaba para interrogarlo.


Fue trasladado a Guantánamo porque había trabajado durante unos meses para la ONG Al-Wafa y EEUU sospechaba de los posibles vínculos de la organización con Al Qaeda, según consta en las fichas secretas del Departamento de Defensa.


Pasó más de cinco años encerrado. Ahora combate a Gadafi como uno de los líderes de las filas rebeldes, entrenando soldados en Derna (Libia) para ganar una guerra en la que va de la mano de sus antiguos captores.


El informe del Departamento de Defensa es un memorando clasificado con el más alto nivel de confidencialidad (Secret-Noforn), que implica que no puede acceder a él ninguna autoridad que no sea estadounidense, y está fechado el 22 de abril de 2005.
El preso llevaba para entonces casi tres años en el penal y era calificado como de riesgo "medio-alto".


Se dice que es "probable" que suponga una amenaza para EEUU, sus intereses o aliados y que tiene un "alto valor para la inteligencia". Lo definen como "agresivo" y "poco colaborador" y afirman que tiene un "desorden de personalidad no especificado".


La información sobre Qumu aportada por el Ejecutivo libio a EEUU entre 2002 y 2005 fue definitiva para mantenerlo en el penal.


El Gobierno de Gadafi lo consideraba "un hombre peligroso carente de escrúpulos para cometer actos terroristas" y "uno de los comandantes radicales" de un grupo de muyaidines que permanecieron en Afganistán y Pakistán después de la yihad contra los soviéticos, según la ficha secreta.



PREOCUPACIÓN

Barack Obama en su laberinto

El mayor perjuicio que esta filtración representa para el presidente de EEUU, Barack Obama, es que vuelve a poner el foco sobre uno de los más claros fracasos de su presidencia: la imposibilidad de cumplir con su promesa de cerrar Guantánamo.


No es un asunto de preocupación prioritaria para la opinión pública norteamericana, pero sí daña la imagen del presidente entre los votantes más a la izquierda y ensucia su gestión.


Ese daño no es por culpa del contenido concreto de estos nuevos papeles. Lo más importante que dan a conocer es que, como se presumía, muchos de los detenidos en Guantánamo lo están sin causa suficiente que lo justifique, algo que no representa una novedad para esta Administración, que quiere cerrar esas instalaciones carcelarias precisamente por eso, entre otras razones.


El daño principal para Obama es que, al constatarse en documentos públicos la injusticia de Guantánamo, crece la presión sobre él para que cumpla el compromiso que asumió el primer día de su presidencia.


La dramática realidad es que no puede hacerlo. La negativa del Congreso a aprobar los fondos para el cierre -entre otros obstáculos-, el rechazo de las autoridades estatales a recibir a los detenidos en prisiones de su territorio y la resistencia de los países europeos a aceptar transferencias de un número significativo de presos han hecho imposible proceder a la clausura de Guantánamo hasta ahora. Con toda probabilidad, seguirá abierto en las elecciones de 2012.


Obama pagará en esas elecciones el precio que los votantes consideren oportuno por ese incumplimiento, pero el presidente no llegará a esa fecha sin argumentos para defender que, sin el respaldo suficiente del Congreso y de los Estados, el cierre era imposible. Aún superando ese obstáculo, siempre habría aparecido la dificultad de que tribunales civiles aceptaran procesar a presos que habían sido torturados. Pero ni siquiera a ese punto se ha podido llegar porque Obama no ha podido trasladar a los detenidos a prisiones de EEUU. Resignada a ese hecho, la Administración aceptó este año el regreso de las comisiones militares. Más vale un juicio militar (a algunos) que ninguna clase de juicio fue el cálculo que hizo la Casa Blanca.

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