El ceviche, sabroso plato típico ecuatoriano elaborado con pescado crudo y zumo de limón, es una de las especialidades que Assange suele degustar cada semana compartiendo mesa y mantel con los funcionarios de la embajada, con los que cada vez conversa con mayor fluidez gracias al diccionario de español que guarda y lee en su habitación, en la que también suele ojear un libro sobre Guantánamo.
La habitación está gobernada por una pequeña cama individual donde duerme (un colchón en el suelo según el artículo del Guardian), una máquina de correr, que es un regalo del director de cine Ken Loach para que no se quede ‘fofo’, y una mesa con un ordenador donde Assange mantiene video conferencias con familia, amigos y periodistas y donde llega a trabajar hasta 17 horas cada día, según dice, porque tiene dificultades para dormir con el ruido que hacen los guardias de vigilancia al moverse por las dependencias de la embajada.
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La estancia también dispone de una estantería con libros, documentos y abundate material en CD, así como una lámpara de luz azul azul que utiliza para simular la luz del día.
En el cualquier caso, como comenta en su entrevista con la periodista del Daily Mail, Sarah Oliver, por precaria que sea, su situación en la embajada de Ecuador “no es comparable a las dificultades que se viven en prisión”, donde el fundador de Wikileaks llegó a pasar unos días cuando fue acusado de violación.
“Tengo el control total dentro de un ambiente reducido, lo cual me permite hacer lo que es más importante para mí ahora, que es proteger mi trabajo de las amenazas bajo las que se encuentra”.
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